Capítulo XII. KALENDIS APRILIBUS (En las Kalendas de Abril= 1 DE ABRIL)
“Quince días después de la muerte de César, el Senado restableció las garantías, aprobó un decreto que amnistiaba a cuantos habían participado en la conjura, y no hubo proscripciones. En Roma, todo discurría por cauces normales, salvo mi vida, que corría más peligro que nunca. El cuestor Quinto Sempronio Cinna había puesto precio a mi cabeza, y sus esbirros me buscaban por toda la ciudad.
Membo me mantenía confinado, pero aquel día... (...) Estaba decidido a relajar mi espíritu de todas las fatigas, y nada mejor que un buen baño caliente. Hasta entonces, a mí siempre me habían bañado esclavos que perfumaban el agua y daban masajes. Así que no podía imaginar la aventura que significa pretender tomar un baño en un barrio plebeyo del tercer distrito.
Reconocí los baños por la larga cola. Era una cola heterogénea, un muestrario de razas y procedencias, y, desde luego, se podría practicar idiomas.
--¡Por Júpiter!-- exclamé sin poder reprimirme. ¿Es que a todos los habitantes de esta calle les ha dado por bañarse al mismo tiempo?
El hombre que estaba delante de mí en la cola se volvió y me obsequió con un desdén ciertamente desmedido.
--No. Sólo a los de dos ínsulas. Por cierto, ¿quién eres tú?
--Yo vivo en esa casa-- dije señalando el destartalado inmueble.
--Pues hoy les toca a los del piso cuarto.
--¿A los del piso cuarto? ¿Es que esto va por pisos?
--¿De qué árbol te has caído, mocito? --su acento era el de los itálicos de Lucania--. ¿No sabes que el baño se asigna cada día a una sección de inquilinos?
--¿Y cuándo les toca a los del quinto? --pregunté verdaderamente anonadado.
--Ah, eso no lo sé. Míralo en la tablilla.
Así funcionaban las cosas. En la puerta del establecimiento había una pizarra con los turnos: cada casa y cada piso tenían sus horas y sus días. Comprobé que no me podría quitar la suciedad de encima hasta el miércoles a la hora décima.
--¿Cuánto me das por el puesto?
--¿Cómo?
--Te cambio el turno. A mí me da igual bañarme hoy que otro día. En realidad, por mí no me bañaría nunca. Lo hago por Marcia, mi mujer, que dice que apesto.
--¿Cuánto quieres?
--Por una vez voy a ser generoso: te lo cedo de balde.
--Muchas gracias, señor.
--¡Oh, no es para tanto!
El lucano me cedió el puesto en la cola y observó con curiosidad mis manos vacías.
--¿Dónde tienes el jabón y la toalla?—me preguntó de pronto.
--¿La toalla? No tengo. Creí que la toalla y el jabón los daban en los baños.
--Muchacho, tú eres bobo. ¿Crees que estás en las termas del Quirinal? Toma,--me tendió una pastilla de jabón renegrido y una especie de toalla.
Le di cuatro ases.
--No hace falta.
--Sí, tomadlos—insistí.
--Está bien. Yo me llamo Demetrio. Oye, te invito a un vaso de vino esta tarde.
--¿En dónde?
--¡Que me aspen si tú no eres un tipo extraño! En la bodega, hombre, en la bodega… Yo estaré allí hacia las cinco. Sabrás dónde está la bodega, ¿no?
--¿Os referís a la de la plaza?
--Vaya, ya veo que te vas despabilando.
Me hizo un guiño de complicidad y se perdió entre la gente. Pese a la mala calidad del jabón y a la aspereza de la toalla, disfruté del baño. El agua no salía demasiado caliente y en la puerta se impacientaban; no obstante, dice oídos sordos y agoté el tiempo que marcaba la tablilla. Cuando salí me sentía reconfortado. El sol pugnaba por abrirse paso entre la maraña de edificios que configuraban la estrecha callejuela, y yo agradecí el débil calor de los rayos del sol en mi rostro.
Cuando regresé limpio y con el pelo mojado, Membo estaba ya en casa.
--Me he imaginado que estabas en el baño.
--¿Por dónde has andado tú? Me tenías preocupado.
--He encontrado trabajo: voy a trabajar en una tienda de libros en el Argileto.
Emití un largo silbido.
--¡Por Cástor! ¿Cómo lo has conseguido?
--¿Conoces al editor Apio? Es el que le edita los volúmenes a Cicerón. Así que me he presentado allí y le he dicho que iba de parte del ilustre Marco Tulio.
--¡Qué osado eres, Membo?
--Cicerón nos la tenía que pagar. Recuerda que hace un par de semanas se desentendió de nosotros y nos cerró la puerta de su casa.
--¿Y ese Apio se ha creído tu historia?
--Completamente.
Dejé pasar un rato. Luego, con gesto inocente, le solté:
--Pues voy a ir esta tarde a la taberna.
--¿Qué dices, Druso?
--Me ha convidado un tipo, un tal Demetrio.
Membo se divirtió con la historia, pero juzgó peligrosísimo que yo bajase a la caupona.
--Esto no es el Aventino. Aquí la vida es diferente: abundan los merodeadores y los rateros, y en
cualquier esquina te puedes encontrar con un puñal en la garganta.
Pero yo acababa de descubrir que, fuera de los muros protectores de las domus de las colinas, de los pomposos discursos del Senado y de las brillantes campañas del país más poderoso de la tierra, existe otra Roma: la ciudad abigarrada y heterogénea que se extiende desde el Tíber hasta el Esquilino, en la que la vida y la muerte no valen una higa, pero en la que, a pesar de eso, o quizá por eso mismo, uno puede encontrar a alguien que le invite sin más a compartir un vaso de vino o le ceda su puesto en el baño.
Acababa de descubrir el esplendor de la Roma degradada.
--Membo—le dije--, pienso acudir a esa cita.
--Pero Druso…
--Ahora vivo en la Subura y tengo que vivir como los chicos de este barrio…, si quiero sobrevivir.
--Quizá tengas razón, joven amo. Pero yo te acompañaré.
Hubiera preferido ir solo, pero no hubo forma de persuadir a Membo. Bajamos a eso de las cinco…(hora séptima).
A pesar de lo temprano de la hora, en la bodega reinaba una animación inusitada.
El lucano vino a mi encuentro, seguido de otros dos tipos.
--Así que has venido. Mirad, éste es el muchacho que creía que en los baños dan el jabón y la toalla.
Los tipos se rieron, enseñando una boca desdentada.
--Me llamo Druso, y éste es mi amigo Membo.
--¿Y qué se os ha perdido a vosotros en un lugar como éste?
Entonces hice algo insólito. Todavía hoy me pregunto por qué lo hice; creo que fue por la ingenuidad de sus caras, por la espontaneidad de sus gestos…El caso es que un sexto sentido me lanzó hacia aquel mundo de desheredados y me arriesgué a jugar una carta decisiva.
--Yo soy Druso Dimitio, hijo del patricio Severo Dimitio, y estoy aquí porque la fatalidad se ha abatido sobre mi familia.
Membo, horrorizado, se dejó caer en uno de los bancos de pino. El tabernero se acercó con una jarra de vino, y todos se sentaron alrededor de la mesa, contemplándome indecisos.
--Bueno…--seguí sin inmutarme, consciente de su atención--. En los últimos días he usado otro nombre porque el destino me es adverso.
Hice una pausa. Miré los ojos clavados en mis ojos y continué despacio.
--Esto no se lo había contado a nadie, pero ahora necesito ayuda…Esta tarde he conocido a Demetrio en los baños, y él me ha cedido su puesto. Demetrio me parece un hombre de honor, y como sois amigos suyos…
Tragué saliva. El tabernero, que no se había movido del sitio, me acercó el vaso. Bebí un poco; era un vino fuerte, sin mezclar.
--Salud… Voy a contaros mi historia y que los dioses me protejan.
Demetrio se llevó un dedo a los labios indicando silencio. Luego hizo una señal al bodeguero y se levantó con cautela. Lo seguimos hasta un reservado que había en el fondo de la cantina. El tabernero corrió la cortina y escanció más vino. Yo relaté los trágicos sucesos de mi vida a un auditorio de cuellos sudorosos.
Cuando terminé, el lucano lanzó un silbido.
--¡Por Mercurio, que es toda una historia!
Demetrio estaba muy serio, y Membo petrificado. Pero Demetrio era un hombre de acción y tomó inmediatamente el asunto en sus manos.
--Escucha, Druso Dimitio: si ese Cinna es tan poderoso como crees, y eso enseguida lo averiguaremos, tu vida no vale un sextercio.
--¿Tú crees?
--El dinero es un arma mortífera. Si Cinna paga bien, tu cabeza puede acabar clavada en una pica.
--¿Qué puedo hacer?
--Ponerte en nuestras manos. Nosotros te protegeremos.
--¿Lo haréis?
--Lo haremos…Tú trae más vino. Voy a hacer las presentaciones.
Me los fue presentando uno a uno:
--Brigandix, oriundo de la Galia Cisalpina, tabernero. Luco, pluriempleado: por el día zapatero; por la noche, conductor de un carro de reparto. Vitelio, vigilante nocturno, pertenece a la hermandad del segundo distrito y hace la ronda callejera, bombero, si se tercia. Y el que habla, Demetrio, ex legionario, ex gladiador y, en la actualidad, marido aherrojado.
--¿Has sido gladiador?
--Hasta hace diez años… En los juegos Carnarios…, obtuve la espada de madera y pude retirarme.
Lo contemplé con respeto. Los gladiadores pelean hasta la muerte: o venden o perecen en el combate, es su gloria y su condena; únicamente al gladiador que gana combate tras combate se le otorga el privilegio de la vida, se le entrega una espada de madera y puede retirarse.
--¿Has vencido a muchos?
--Ya lo creo. Algún día te lo contaré.
Brigandix preguntó:
--Pero, ¿por qué te persigue ese Cinna?
--Le vimos cometer un crimen—intervino Membo--, y él vio la cara de mi amo.
--Además,--añadí--,codicia algo muy valioso y piensa que lo tengo yo.
Ante mi asombro, ninguno me preguntó qué codiciaba ni si yo lo tenía o dejaba de tenerlo; entonces supe que podía confiar en ellos.
--Tengo que encontrar a mi hermana Porcia.
--Tú nunca encontrará a tu hermana –dijo Demetrio.
Me sentí desolado, pero él esbozó una sonrisa.
--Nosotros, sí.
--¿Podéis encontrarla?
--Sin duda. Escucha. Si una persona desaparece en Roma, puede no reaparecer nunca: se la traga la ciudad, ¿comprendes?, y ninguno de los de tu clase conoce bien esta ciudad. Tampoco yo la conozco del todo, pero tengo amigos, y éstos conocen a otros, que a su vez conocen a otros, y así se forma una cadena de ojos, durante el día, y de oídos, durante la noche. ¿Me sigues, muchacho?
--Más o menos.
--A partir de este momento, seremos tus ojos, tus oídos, tus brazos y tus piernas: somos una legión inmensa que opera en la sombre. Si tu hermana vive, la encontraremos. Si tienes que coger un barco para Hispania, te pondremos en la mar. Si Cinna nos estorba, lo liquidaremos.
Pronunció el verbo liquidar sin inmutarse, y yo comprendí que acababa de entrar en un territorio ajeno y complicado que no se regía por las leyes comunes, pero que tenía sus propios códigos de honor perfectamente establecidos, ¡y ay de quien osase transgredirlos!
Acababa de entrar en el mundo de los miserables y de los olvidados. Y ellos me habían adoptado.
Aquella noche, Membo y yo no nos sentimos solos. Charlamos hasta bien entrada la madrugada; hablamos de nuestros nuevos camaradas; de la cara de conejo de Luco, de la verruga de Vitelio y del terrible acento de Brigandix, el galo.
Salimos a la azotea y respiramos el aire fresco de la noche romana. El Can Mayor brillaba con fuerza."
à¿Cómo describe Membo el barrio de la Subura? Y, sin embargo, ¿cómo es la visión del mismo barrio por parte del Druso?
àInfórmate en la siguiente dirección sobre los baños en las termas romanas y contesta a las preguntas: http://es.wikipedia.org/wiki/Termas_romanas
a) ¿A qué hora abrían y a qué hora cerraban?
b) ¿Qué tipo de actividades se podían realizar en ellas?
c) ¿Dónde se conservan los restos termales más antiguos?
d) Hombres y mujeres no se mezclaban en las termas, se habilitaban distintos espacios, pero cómo podían estar separados si no había suficiente espacio?
e) Enumera las principales estancias de las termas y para qué eran destinadas cada una de ellas.
f) Entra en la siguiente página e inserta en el trabajo la imagen de las termas que verás en ella. ¿Qué es lo que más te llama la atención de la imagen?
http://servicios.laverdad.es/murcia_agua/cap14.4.htm
à Algunas cuestiones de evolución fonética: Di qué significan las siguientes palabras, fíjate bien en los términos latinos de los que proceden:
1) Mortífera: procede de mors, mortis (muerte) y del verbo fero (llevar, producir).
2) Férreo: procede de ferrum, ferri (hierro).
3) Acueducto: procede de aqua,ae (agua) y del verbo duco (conducir, guiar).
à Lee bien el primer párrafo que vas a encontrar en la siguiente página web http://es.wikipedia.org/wiki/Moneda_en_la_Antigua_Roma. Anota los tipos de moneda más frecuente durante la República y el Imperio Romano.
à Lee bien el siguiente enlace sobre el Calendario romano, ve al apartado Denominación de las horas. http://es.wikipedia.org/wiki/Calendario_romano
a) ¿En cuántas horas dividían los romanos el día?
b) ¿En cuántas horas dividían la noche? ¿A qué obedecía esa división?
c) ¿Cómo eran los relojes que usaban los romanos?
d) ¿Qué origen tiene el término 'siesta'?
e) Teniendo en cuenta las preguntas anteriores, ¿sabrías decir qué hora actual es la hora décima?
àCuestiones sobre mitología:
a) Busca en la siguiente dirección quién era Cástor y anótalo aquí.
b) Parece ser que se asocia una constelación a Cástor y su hermano Pólux. ¿Cuál?
c) ¿Con qué nombre son conocidos los dos hermanos?
d) http://es.wikipedia.org/wiki/Canis_Maior ¿A qué cazador se le asocia la constelación del Can Mayor?
e) ¿Cómo se llama la estrella más brillante de esta constelación?
f) Explica de dónde viene la palabra canícula o días caniculares.
àDefine el término caupona. Ayúdate del siguiente enlace:
a) ¿Qué otro nombre recibían?
àVe al siguiente enlace, inserta el mapa que ahí aparece pero resalta de manera especial la zona de la Galia Cisalpina http://es.wikipedia.org/wiki/Galos_(pueblo)
a) ¿Qué quiere decir Cisalpina? (La respuesta está en la misma página)
FINIS
5 comentarios:
Dios mio que largo es esto -.-
Me pregunto para que servirá...
Tanto leer en la primera pregunta... Madre miiiaaa y encima no se ni contestar a las preguntas, dios mio llevame pronto -__-
En tu caso, anónimo, por la fecha de tus comentarios, 8 de marzo, creo que servirá para poco porque no saldrá nada bien algo hecho con tan poco tiempo. Una lástima.
Aquí hay pelea :O
Urbi et orbi: la fecha de entrega del trabajo era el día 9 de marzo.
¡Ah! Sé quién eres...
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